Crónica de medio siglo de Emma Barrandéguy

Hay descubrimientos tardíos y fascinantes que suelen plantearnos por qué algunos autores y autoras de calidad alcanzan la difusión nacional más amplia, en tanto otros permanecen ignorados por el gran público aunque reconocidos en círculos más pequeños, como su propia provincia. Es el caso de Emma Barrandéguy, escritora entrerriana nacida en 1914, cuya vida y obra atravesaron todo el siglo XX (murió en 2006).

La Parte Maldita acaba de reeditar Crónica de medio siglo, publicado en 1984 por la Dirección de Cultura de Paraná. Ya en 2020, la editorial había rescatado Habitaciones, acaso una de las novelas argentinas más significativas del siglo XX, agotada durante años y leída desde ejemplares compartidos de mano en mano como un secreto susurrado; seguramente por su carácter feminista, autorreferencial, confesional y lésbico.

En Crónica de medio siglo, en la que el eje es una familia gualeya, Barrendéguy narra cincuenta años de Historia Argentina, desde 1882 hasta 1943. En la novela hay distintas voces narradoras y se incluyen otros textos, como cartas, partidas de nacimiento, diálogos y hasta fragmentos de algún libro de Historia de José Luis Romero o Félix Luna. Al principio, la voz principal corresponde a Heriberto Iruleguy, hijo de una familia de inmigrantes vascofranceses que llegaron a la provincia de Entre Ríos en el siglo XIX a trabajar como colonos o comerciantes que les vendían a crédito a los colonos y que fueron los actores de la transformación rural de la provincia, que pasó de la explotación pastoril a la agropecuaria. Esas familias formaron la clase media que, con ligeras variantes en otros lugares del país, ganó mayor protagonismo social y político a partir de la Ley Sáenz Peña, que en 1912 puso fin al fraude electoral que perpetuaba a los conservadores en el poder.

Heriberto tiene 12 años en 1882, es curioso y lee los papeles que guarda su abuelo en el armario; entre ellos, las cartas a su compadre referidas a la separación de su esposa, a quien él y sus hijos dejaron de ver para siempre. A la muerte de su padre, con solo 16 años, Heriberto toma las riendas del negocio y poco a poco va cediéndole la voz principal a su segunda hija Irma, (que sería la propia Emma Barrandéguy) quien, como a él, le interesa la historia familiar y hurga en los papeles de sus mayores.

Las voces narradoras y los demás textos se alternan en capítulos breves que cuentan los esfuerzos de Heriberto y sus hermanos por no fundirse a pesar del trabajo duro, ya que el campo, en la provincia de Entre Ríos, además del clima, depende de las eventuales inundaciones provocadas por el río Gualeguay, afluente del Paraná. La participación política les presenta la posibilidad de involucrarse y obtener apoyo en su lucha contra la adversidad y las contingencias del trabajo agropecuario y la UCR, luego de la Ley Sáenz Peña, les abre la esperanza de verse representados.

La narración, al mismo tiempo que cuenta los dramas familiares, como la muerte de un hijo o las preocupaciones de la madre por casar a sus hijas para que no las “arruine” la recelada soltería, nos lleva por los episodios y los momentos más relevantes de la vida argentina, desde el trágico suicidio del fundador del partido radical, Leandro N. Alem, en 1896, pasando por los comienzos de Yrigoyen, la casi guerra con Chile, los efectos de la Primera Guerra Mundial, hasta las esperanzas revolucionarias originadas por la Revolución Rusa. Pero también cuenta las huelgas de principios de siglo, la represión, el surgimiento de la Liga Patriótica y el antisemitismo, las reformas universitarias, el primer golpe de Estado, la Década Infame, la renovación del fraude electoral y el golpe del 43 que lleva a Perón al poder.

Las elipsis y el tono ingenuo y lacónico, que no juzga los acontecimientos, además de cierta despreocupación por las convenciones narrativas (Irma narra cuando aún no ha nacido y su intromisión no la desmerece, al contrario) hacen la lectura interesante, amena, y nos muestra cómo la Historia y la política repercuten en lo personal y familiar. El Gualeguay es una misteriosa presencia –también, una amenaza para los imprudentes que a veces se convierten en sus víctimas– que acompaña la historia narrada, tan sinuosa como el propio río, cuyo protagonismo está reflejado en la portada de esta edición, de diseño bello y sutil.

20 de julio, 2022

Publicado en Revista El Diletante

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