Reseña de Trilogía del agua de Claudia Aboaf

Trilogía del agua es una saga sobre dos hermanas, Juana y Andrea, formada por tres novelas previamente publicadas: Pichonas (Notanpuán, 2014), El rey del agua (Alfaguara, 2016) y El ojo y la flor (Alfaguara, 2019). Las hermanas no comparten nada porque se han criado a contraturno: Juana de noche, por la madre actriz de teatro; Andrea de día, por el padre profesor y militante. Son como dos caras de una moneda, doppelgängers a quienes les cuesta forjar su identidad porque crecen en un vacío afectivo cargado de miedo. Y, como suele pasar con las hermanas, rivalizan porque cada una piensa que a la otra le tocó la mejor parte del amor parental.

En Pichonas, Andrea está casada con un hombre manipulador que tiene un grupo de tareas para experimentos ópticos. El escenario es el de los humedales de Maschwitz, en el partido de Escobar, que sufren cambios por el desmonte para la urbanizaciones de countries. Juana llega de visita y el marido de Andrea, junto con el jardinero enano, organiza un aquelarre en el que lo real y lo imaginario se desdibujan con la intención de apichonarlas. Como en Das Unheimliche de Sigmund Freud, lo siniestro se vincula con lo conocido, pero también con el retorno de lo reprimido, acaso representado por el enano.

En El rey del agua, las hermanas, hijas de la división, “justo después del odio, un poco más allá del miedo”, siguen por afluentes desencontrados. Solo las une el campo semántico de la navegación: una navega los ríos del Delta del Tigre y la otra los cibernéticos de la web profunda. Es un mundo distópico, en el que el agua dulce escasea y se vuelve un recurso preciosísimo. Andrea y Juana, en su búsqueda de identidad, deben liberarse de la estructura patriarcal. A la vez, el planteo biopolítico sobre los humedales maltratados expone las consecuencias del capitalismo extractivo que impulsa políticas socioambientales destructivas en un planeta agotado.

El Paraná, el padre de los ríos, nace en el Amazonas, fluye hacia el sur y desagua en el Atlántico. Junto con el Uruguay, forma el estuario del Río de la Plata, uno de los sistemas fluviales más grandes del mundo. Viene experimentando una disminución significativa de su caudal, con una reducción de hasta el 50% en algunas áreas. A la sequía se suman la deforestación, los incendios y la muerte de peces por la aparición de bancos de arena.

En la distopía Cli-Fi, el Rey del Agua gobierna el Territorio Líquido y se enriquece con la exportación de agua dulce. Tiene tintes de dictador latinoamericano que manipula un mundo de dueños versus desamparados. Tigre es un municipio próspero gracias al derrame de esa ganancia y la trama de la novela se hunde en el poder y la corrupción que brotan en este entorno. Mientras las hermanas alejadas siguen detrás de su identidad, nos enteramos de lo sucedido con el padre, en cuya historia resuena la última dictadura. El Delta ha sido un refugio histórico para los parias del sistema desde la matrería del siglo XIX y durante el terrorismo de estado; pensemos en escritores como Haroldo Conti, Rodolfo Walsh y Paco Urondo.

Andrea y Juana retoman el contacto hacia el final de El ojo y la flor, título de la última novela, y consiguen una forma de paz. El rey ha caído por el mal manejo del agua y la promesa nueva es la también distópica Nueva Enseñada, gobernada por la Marina, la institución más siniestra de la última dictadura. Juana, callada por el abuso sufrido en la infancia, recuperará el lenguaje con la ayuda de aliadas sororas, sidekicks que la acompañan en su proceso de escapar de su cuerpo herido.

El ojo y la flor representa dos elementos opuestos pero complementarios, como las hermanas Andrea y Juana. El ojo simboliza la percepción, la observación y la conciencia, mientras que la flor evoca la belleza y la fragilidad de la naturaleza. Juntos, evocan la idea de una sensibilidad aguda y una fortaleza interior que las hermanas logran desarrollar a pesar de las heridas emocionales, permitiéndoles superar los desafíos.

Más allá de alertar sobre los problemas de maltrato ecológico, la potencia de la trilogía de Aboaf reside en el lenguaje sinuoso que nos sumerge en un mundo comprometido y degradado, exponiendo la capacidad humana de destruir. Se aleja de los caminos trillados, tal como los sueños se apartan de nuestra voluntad consciente. En esa libertad creativa radica, en parte, la fuerza de su obra. Con un lenguaje singular que genera una atmósfera de desasosiego, la autora explora la dualidad de la condición humana: nuestra capacidad para la destrucción, pero también la persistencia de gestos que buscan proteger aquello que aún puede ser salvado. A través de su estilo distintivo, Aboaf nos adentra en un mundo literario único, que desafía nuestras expectativas y amplía nuestra percepción de lo que la literatura puede lograr.

1 de mayo, 2024.

Publicada en El Diletante

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