Isaac Bashevis Singer es el único escritor de yiddish que recibió el premio Nobel. En el discurso de recepción expresó que él escribía historias de fantasmas que reflejaban una “lengua agonizante” de mártires, santos y soñadores; la de una cultura arrasada por la guerra y el genocidio europeo. Si una lengua es una construcción del mundo y representa la identidad de una comunidad, el yiddish surge de siglos de enseñanzas religiosas y de creencias, costumbres, folclore, y el misticismo de las comunidades judías asquenazíes de Europa. El yiddish como lengua deriva del alemán y se escribe con caracteres hebreos. Al escribir en yiddish, Singer plasma una cultura devastada por la tragedia y desperdigada por el exilio. Eso observamos en estos seis relatos que componen Una ventana al mundo.
El volumen, traducido por Andrés Catalán, reúne relatos en su mayoría inéditos, con la excepción de “El huésped”, que abordan la temática del desarraigo provocado por el antisemitismo previo a la instancia de emigración. También, el desarraigo vivido durante la estadía de Singer en los Estados Unidos, a donde se traslada en 1935 huyendo de la escalada nazi. Cada uno de los relatos lo expresa en una situación diferente. El primero cuenta la historia de un acérrimo comunista que no puede zafar de la superstición. El segundo las peripecias de quien ha perdido todo y se enoja con Dios. A continuación, el trance de una anciana rica que es estafada y al quedarse sin nada se da el último lujo de hacer un regalo. El siguiente aborda la temática de un personaje que teme a la muerte y se refugia en los textos sagrados. El quinto, que lleva por título el de la colección, gira en torno a la vida de un joven intelectual (se parece a él mismo) que madura cuando es testigo de la facilidad con la que una mujer es infiel. Finalmente, un último relato sobre un hombre desesperado que ha vivido el terror estalinista antes del nazi y cuyo único consuelo es soñar con el suicidio en masa de los “buenos”. La alternativa podría ser hacerse rico en América, lo que muestra la maravillosa ironía con la que escribe Singer.
Los relatos de Una ventana al mundo surgen de la tradición de Europa del Este de contar cuentos en forma oral. No tienen una forma perfecta, más bien fluyen naturalmente. Si suceden en Europa, lo hacen en su Polonia de preguerra, en guetos en Varsovia o Cracovia o en pueblos chicos. Pintan a la gente sin idealización: hay santos, malvados, creyentes, heréticos, esposas pacientes, académicos, tontos, mercaderes avaros, rabinos ineptos; hay tanto perversos como demonios, elfos, magos y otras figuras míticas y folclóricas de una cultura popular en extinción. No abordan la experiencia del Holocausto, parece que esta temática fuera imposible de contar. Los personajes luchan con su identidad en un mundo cambiante, confrontan horrores incomprensibles y sobreviven; si no, se entregan.
Singer toma prestados elementos del misticismo judío y también de la demonología para personificar los poderes y su relación con la condición humana. A veces el desenlace es explícitamente mítico, otras veces lo explora de forma más realista. El interés surge por la reunión de lo cósmico con lo trivial, lo apocalíptico con lo cotidiano, lo macabro con lo sentimental. Las situaciones que plantea tienden a lo simbólico y acaso con un tinte compasivo. Por ejemplo: el militante comunista del primer relato siente que hay una presencia en su cama que le tironea de la manta. Vemos cómo la inteligencia del líder irreverente se ve provocada por lo inexplicable, oscuro.
En 1965 Ted Hughes opinó que, sin su genialidad, Singer podría haberse desintegrado entre la nostalgia de la piedad jasídica y la desesperación cósmica. A pesar de que las personas tienen libertad de elección, la libertad puede ser una ilusión si se permite que el mal se imponga. Es así como la lucha entre el bien y el mal, lo espiritual y lo sensual aporta la tensión en su obra. Singer plantea que la humanidad no puede apartarse de estas pasiones y, sin embargo, su “demonio” creativo trabaja más profundo que esos extremos. El resultado es una voz narrativa que se satisface con la vida y con su posibilidad de alegría a pesar del sufrimiento. El mayor logro de Singer es universalizar los conflictos humanos. El individuo en su propia comunidad es, en última instancia, el individuo en el mundo, generalmente solo frente a los poderes inexplicables que lo gobiernan.
14 de junio, 2023 Publicada en El Diletante